04 abril, 2024

LA FE ES BELLA. LA BELLEZA DE LA FE


He decidido cambiar el nombre de la cabecera del blog. Hay una razón teórica y otra práctica. La práctica es que hay muchos dominios, espacios, títulos y referencias a la imagen potente del "cuaderno de un peregrino". La razón teórica es que, adentrándonos en este segundo decenio del tercer milenio, los "dosmilveinte", el mundo parece que se complica sin remedio.

Por eso la pregunta que siempre vuelve es: ¿tiene sentido la vida del ser humano? ¿Cómo es que nos empeñamos en destruir una y otra vez esta "casa común" que no es nuestra, sino que la tenemos dada en préstamo?

El título del blog pasa a ser "La fe es bella. La belleza de la fe". Había pensado, en un primer momento, poner solo el título de "La fe es bella", recordando el famoso y exitoso slogan del modisto Adolfo Domínguez, cuando nos cautivó hace unos años con "La arruga es bella". Una imagen muy potente que quería poner fin a las camisas bien planchadas, a los pantalones con raya en medio y a las americanas perfectas. En la "arruga" había una hermosura que solo los más atrevidos podían ver. No es este el caso.

También podemos recordar la preciosa película sobre un campo de concentración nazi, con su hermosa banda sonora. "La vida es bella".

Incluso podemos traer a colación un perfume, buen olor, que lleva por nombre en francés "La vie est belle". 

Sin duda el esquema simple "sujeto-verbo-predicado" tiene tirón entre los publicistas.


Recuerdo, por otra parte, que en mi juventud de animoso estudiante de griego clásico, el profesor nos explicaba que en esta precisa y exquisita lengua existía el concepto de la belleza/bondad, que se decía de forma sintética en kalós kagathós (síncopa de kalós kaí agathós, "bello y bueno"; que en plural sonaba de forma cacofónica: "kalá kagathá", la "belleza y la bondad"). Era el ideal a conseguir por un alma noble. Pero tampoco este es el caso que nos ocupa.

Repasando de memoria los principales textos bíblicos, en un escáner rápido de memoria, podemos decir que la belleza/hermosura física no ocupa un lugar central en la Biblia. No sabemos si Jacob, Moisés, Elías o Isaías eran hermosos (de David se dice que sí). La belleza física se reserva para las grandes mujeres de Israel, como la reina Ester. También aparece la hermosura/belleza física en el Cantar de los Cantares, en medio de un embelesamiento por el amado/amada. Pero, ¿Jesús era hermoso? ¿San Pablo tenía buen porte? ¿San Pedro y los apóstoles eran de constitución atlética? ¿Qué rostro podemos adivinar para la madre de Jesús, María de Nazaret? No lo sabemos. Tampoco importa demasiado su "porte" físico cuanto su misión en la historia de la salvación y su respuesta al plan de Dios.

"La belleza de la fe" tiene que ver con el sentido de la vida. En un mundo muy complejo, con muchas propuestas, con opciones divergentes, con decisiones no siempre universales, hay que volver a buscar el sentido y la esperanza para el ser humano. Para ti y para mi.


La fe cristiana pone su foco en Cristo Jesús. O si queréis, en Jesús el Cristo. Es lo mismo. La fe cristiana no pone su "modelo" (entiéndase este término en sentido amplio, no específico), en Adán, sino en Cristo. El humano Adán es de barro, por tanto frágil, moldeable y débil: se rompe con facilidad; nos dice quiénes somos todos (nosotros y nosotras, ellos y ellas, la humanidad en sentido universal) pero no es "modelo" de sentido ni de esperanza. Nuestra fe no profesa "creo en Adán..."  Los cristianos no somos "adamitas", si bien muchas filosofías lo son. ¿Cómo encontrar esperanza y sentido desde el adamismo' cultural? ¿Podemos hablar de la "belleza" del Adán que todos llevamos en nuestro interior?

La fe cristiana no se mira en el espejo de Adán; si lo hace es para reconocer su condición frágil y limitada; la fe cristiana se mira en Cristo Jesús. No nos "configuramos" con Adán, sino con Cristo. Es verdad que diréis ¿Dónde está la belleza? La fe cristiana es paradójica. En los Cantos del Siervo de YHWH, del profeta Isaías, nos dice que el Siervo no tiene belleza; es más, ante él "nos cubrimos el rostro" porque no lo queremos ver. Esa es la paradoja de la fe: en el crucificado, en el inocente que carga con culpas ajenas, en el "varón de dolores" descubrimos al ser humano despojado. ¿La muerte y el fracaso humano es la última palabra de Dios? No. Creemos en el "crucificado resucitado" por el Padre. Ahí está la "belleza de la fe". Creemos que el mal no tiene la última palabra. Creemos que no estamos condenados a ser "adamitas", menos aún "cainitas" (aunque a veces pensemos que ese es nuestro sino).  

En Cristo Jesús cada persona, por pequeña que sea, por débil que sea, por insignificante que sea para el gran teatro del mundo, puede "configurarse" con el Jesús muerto y resucitado. Nadie está excluido. Esa es el sentido que damos a la vida y la esperanza que nos mantiene. Esa es la "belleza de la fe"

Pedro Fraile



 

 



03 abril, 2024

LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

 

El texto de los discípulos de Emaús sigue siendo paradigmático en la invitación a la fe por parte de

la Iglesia: 


“El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús, descrito por el evangelista   Lucas (cf. 24,13-35), representa en cierto sentido el modelo de una catequesis en cuyo centro está la «explicación de las Escrituras», que sólo Cristo es capaz de dar (cf. Lc 24,27-28), mostrando en sí mismo su cumplimiento. De este modo, renace la esperanza más fuerte que cualquier fracaso, y hace de aquellos discípulos testigos convencidos y creíbles del Resucitado” 

(Benedicto XVI, Verbum Domini §74).



Proponemos una lectura inicial del «encuentro de Emaús» en tres puntos:

·         Jesús sale al encuentro

·         Jesús explica las Escrituras

·         Del encuentro nace la misión

 

1. Jesús sale al encuentro

¿De qué habláis?  Lucas no presenta a un Jesús sermonero, sino a alguien que saca la conversación de lo que les pasa. La primera palabra es ¿Qué tal estás? ¿Cómo te va la vida? ¿Qué te preocupa? Jesús se hace el encontradizo, nos busca en el camino de la vida, en lo que nos preocupa a cada uno de nosotros.


‘Lo de Jesús…’ Todos nosotros los que estamos aquí reunidos podríamos hablar de Jesús un buen rato. Ahora bien, ¿yo ‘sé decir cosas acerca de Jesús’, o ‘yo tengo experiencia de Jesús como salvador en mi vida? Los discípulos de Emaús conocían a Jesús. Habían convivido con Él. Pero no habían tenido la experiencia de que Jesús está vivo, de su Resurrección. Ellos ‘andaban por el camino’, ‘Jesús se les acercó’, ‘pero no lo reconocieron’. Los ‘ojos del cuerpo’ los tenían bien. Pero los ‘ojos de la fe’ estaban ciegos.


‘Fue un profeta’. Hay muchas personas que saben cosas de Jesús pero no aceptan que sea el Hijo de Dios. Por eso, cuando tienen que hablar de él dicen que ‘fue un profeta’, pero nada más. Reconocen a un gran hombre, pero no a aquel que nos ha salvado. Hay grupos religiosos, que lo admiran por lo que hizo o dijo, por la forma en que murió. Pero para ser cristianos no basta. Hay que afirmar y creer que Jesús, es el ‘Hijo de Dios’.


Es verdad que… Aquellos hombres lo vieron colgando del madero. Lo vieron morir, y se asustaron. Todo ha sido un fracaso y lo mejor es que cada uno se vuelva a su casa. Esa es la gran tentación que tenemos hoy muchos cristiano: ver a Jesús como un personaje del pasado, fracasado, o que al menos ya no es significativo en esta sociedad. 

 

2. Jesús explica las Escrituras

 

Las ‘Escrituras’ deben ser explicadas. No en vano son de una cultura ajena a la nuestra (nosotros somos herederos de la filosofía racionalista de los griegos, del mundo jurídico de los romanos) y la Biblia habla con una mentalidad propia de los pueblos del Próximo Oriente: llena de fantasías, llena de coloridos, llena de narraciones espléndidas… Además la Biblia fue escrita hace más de dos mil años. Para entender la Biblia hay dos ‘claves’ que no pueden fallar. Que son como la ‘llave de acceso’ a los misterios que contiene.


La primera es que es una Historia de Salvación. Lo importante no son los datos sueltos que a veces nos despistan de lo importante. La Sagrada Escritura nos dice que Dios tiene un plan de salvación y que lo va llevando adelante, a pesar de todas las dificultades (pecados) que aparecen a lo largo de la Historia. Es la salvación de un pueblo, y es la salvación de las personas. De cada uno de nosotros. La Biblia habla de mí, porque yo también quiero ser fiel a Dios a pesar de las dificultades como Abrahán, o porque yo también tengo que atravesar desiertos en mi vida como Moisés.


La segunda clave es que Cristo es el verdadero intérprete de la Biblia. ¿De quién hablan los oráculos del Emmanuel del Tiempo de Adviento? ¿De quién habla los Cantos del Siervo del profeta Isaías? ¿A quién anuncian los grandes hombres bíblicos cuando nos dicen que Dios no abandona a su pueblo y que enviará a un Mesías? A Jesucristo.


‘Quédate con nosotros’. Los que le invitan a quedarse con ellos, son sin que se den cuenta los invitados a la mesa. A veces pensamos que somos nosotros los que invitamos a Jesús; pero es Él el que nos invita a nosotros. La iniciativa es siempre suya. Nosotros le necesitamos a Él, necesitamos alimentarnos con su cuerpo. Cuando vamos, él ya tiene la mesa preparada y nos parte el pan.


‘Le reconocieron al partir el pan’. A Jesús se le reconoce en el camino de la vida, en las Escrituras y en la Eucaristía. La fe es necesaria en los tres casos ¿Por qué reconocer que en esa persona débil está presente Jesús invitándonos a que nos acerquemos? ¿Por qué creer que en unos textos antiguos está Jesús invitándonos a que le conozcamos más? ¿Por qué creer que Jesús se hace presente en un poco de pan y de vino? Porque está vivo, porque no es un personaje de la historia pasada. Él mismo es que nos parte el pan.

           

3. Del encuentro nace la misión

¿No ardía nuestro corazón? Fijaos el cambio. Los mismos que al comienzo del texto estaban cariacontecidos, hundidos… ahora dicen que el corazón les arde. No dicen que la cabeza lo entienda todo, sino que su vida ha sido ‘tocada’ por una experiencia distinta. No basta con ‘conocer’ la historia de Jesús, sino ‘reconocerlo’. De aquí nace la misión. Cuando se vive el gozo de Cristo Resucitado, se sale con alegría desbordante a proclamarlo, a decirlo, porque no se puede callar. Lo demás es ideología. El futuro de la Iglesia no depende de las ideologías, sino de la fe en Jesús Resucitado.


Volvieron donde estaban los Doce. A veces pensamos que la fe es un camino individual: ’Tengo que ser feliz’, o ‘tengo que realizarme’, o ‘tengo que hacer mi proceso’. Esto puede ser bueno y necesario, pero no agota la fe cristiana. La fe cristiana es fundamentalmente comunitaria. No consiste en que yo solo me salve o que yo solo sea feliz. Es un camino que emprendemos todos y al que estamos llamados todos. 

Pedro Fraile

 


 

LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS (Lc 24,13-35)

 

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una  aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.  

Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»  

1) Jesús se pone a caminar con ellos.

-iban comentando

- Estaban ‘ciegos’

Les  pregunta por la vida, lo que les preocupa

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»  

-  Él les preguntó:   «¿Qué?»  

- Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un «profeta» poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. 

Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»  

2) Expectativas

Frustradas: 

- fue un «profeta»

-‘nosotros esperábamos…’

 

Visión incompleta y parcial: «profeta» poderoso; un hombre  bueno, pero lo mataron y todo se acabó…

La Resurrección

Entonces Jesús les dijo:«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»  

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

3) ¿Quién es Jesús? 

 

Jesús es el Mesías esperado (cumple la Ley y los profetas)

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»  Y entró para quedarse con ellos.

4) Súplica

            Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.  

5) EUCARISTÍA

- lo reconocieron

Ellos comentaron:  

— «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»  

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:  

—«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»  

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.  

6) Comprensión, comunión y misión

 

- Entienden las Escrituras

- Vuelven a Jerusalén

- Cuentan todo lo que les ha sucedido

 

 


DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO (Segundo Domingo de Pascua)

Lectura del santo evangelio según san JUAN 20,19-31


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

Paz a vosotros.


Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
–Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
–Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
–¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:

–¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor



El evangelio que leemos recoge dos escenas separadas por una indicación temporal: «a los ocho días». En ambos casos se trata de escenas de apariciones del resucitado que recogen la vida, las dificultades y los temores de la segunda generación cristiana.

Empecemos por la primera. Los discípulos están “encerrados en una casa”. El texto no da más detalles. Cuando se va a Jerusalén, en el Monte Sion se recuerda esta escena en el recinto del llamado «cenáculo»; pero el texto joánico no explicita su ubicación. El día donde acontece el encuentro es “el primero de la semana” (no es correcto traducir como “domingo”), según el cómputo de la semana judía que acaba el sábado (shabbát). El evangelista dibuja una escena de “cerrazón” y de “miedo”; la mención de los judíos, en este caso, se debe leer en consonancia con todo el evangelio de Juan: "los judíos" representan al gran grupo de los que se resisten a Jesús, sin precisar en nombres particulares. El saludo de Jesús es de “paz”, por dos veces (shalom, que no es solo ausencia de guerra sino vida plena). La reacción de los discípulos es de “alegría”.

La escena es densa: contiene una manifestación de la identidad del Resucitado (“les enseñó las manos y el costado”, el resucitado es “el mismo” que el resucitado). Contiene así mismo la mención de la misión: Jesús es el Enviado del Padre y el él nos envía a la misión. Más aún, Jesús sopla sobre los discípulos (podemos ver una referencia que remite al soplo de Dios creador sobre el primer hombre, Gen 2,7). El Espíritu Santo no es ajeno a Jesús, sino que es el Espíritu de Jesús que conlleva el perdón de los pecados. “Atar” y “desatar”; “perdonar” y “retener ese perdón”, son expresión en un paralelismo binario propio del pensamiento judío.  La primera escena concluye con la severa duda de fe de Tomás; es el “modelo/tipo” de la resistencia personal a la fe, en todos los tiempos. Ante la confesión de los discípulos del “hemos visto al Señor”, Tomás que no estaba presente, exige pruebas.

A los “ocho días” la escena se repite, pero con Jesús y Tomás como protagonistas. Jesús no es un “fantasma”, pues le dice que “meta los dedos” en su costado. La resurrección no es una alucinación colectiva, ni una huida hacia adelante. Jesús le pide fe, y ante la confesión de Tomás, «Señor mío y Dios mío», Jesús pronuncia una «bienaventuranza»: “dichosos los que crean sin haber visto”. Tomás puede ser figura del hombre moderno, que exige pruebas para dar el «salto propio de la fe». No quiere decir «creo» sin haberlo él mismo comprobado personalmente. La aparición a Tomás añade un dato importante: el crucificado es el resucitado. Jesús le pide que meta sus dedos en sus manos y en sus costados, para que tome conciencia y certeza de que no es un fantasma. Jesús es «él mismo», «él en persona», pero no es «el mismo», porque ahora es el Cristo vivo y glorioso. La fe cristiana presupone el encuentro con el Resucitado, sin excluir a los que, como Tomás, quieren entender para dar el paso a la fe.


Pedro Fraile

 

 

 

 

 


02 abril, 2024

RESURRECCIÓN E IDENTIDAD PERSONAL (Pascua 2024)



En un poema que leía en mi juventud, el poeta entonces de moda, Bertold Brecht, se hacía las «Pregunta de un obrero ante un libro»

        En los libros figuran 
        los nombres de los reyes.            
        ¿Arrastraron los reyes 
        los grandes bloques de piedra?

        El joven Alejandro 
        conquistó la India. 
        ¿Él solo?

        César venció a los galos. 
        ¿No llevaba consigo 
        ni siquiera un cocinero?

El poeta marxista reivindicaba el recuerdo de todos los que han construido las grandes gestas de la historia, pero de los que nunca nadie se ha acordado, ni nadie se acordará. La suerte del ser humano, parecería decir, solo está en el recuerdo de los importantes, de las personas que han dejado «huellas».
Ayer por la mañana escuché a una mujer que le decía a otro: «convéncete, solo estás viva mientras te recuerdan». Lo mismo, pero desde otra perspectiva. La vida de las personas, según esta opinión, depende única y exclusivamente de algo tan frágil como la memoria.
En la noche santa de la Pascua celebramos, un año más, la Resurrección de Jesucristo. El triunfo sobre la muerte de Jesucristo. ¿Y qué? ¿Qué importa a nuestra vida que Jesús haya resucitado si estamos condenados a disolvernos en la desmemoria de la historia? Es más, ¿por qué celebrar que Cristo ha resucitado si estamos condenados a desaparecer cuando mueran los que nos han conocido y amado?


Esta es, a mi modo de ver, uno de los mensajes más revolucionarios y más significativos para el ser humano de todos los tiempos; también de hoy: cada una de nuestras vidas, aunque nos olviden los humanos, son irrenunciables, tienen nombre personal, son importantes. Dios no nos olvida. Dios tiene «grabado nuestro nombre en las palmas de sus manos»; este texto precioso no es mío, sino del profeta Isaías (Is 49,16). San Pablo dirá: «(Cristo) ME amó y se entregó POR MI (Gal 2,20)
En unos tiempos convulsos que nos tocan vivir, donde uno de los temas más recurrentes es el de la «identidad». En definitiva, es un tema que todos tenemos que solucionar: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué me identifica y que me separa de otros seres humanos como yo?
Los cristianos tenemos algo precioso que comunicar al mundo, nuestra identidad personal, única y digna a la vez: «Yo (N) soy importante, yo estoy llamado a la vida, yo no me avergüenzo de vivir» ni me dirijo a un futuro de anonimato, porque «soy hijo amado de Dios», «porque Cristo Jesús ha muerto por mí y en la resurrección me ha dado vida».
Pascua significa VIDA, y VIDA EN ABUNDANCIA, para transmitirla, para compartirla… pero no es una «vida anónima», condenada a la desmemoria de la historia, impersonal, masificada, sin nombre. No: Pascua es vida personal, con nombre y apellidos, con dignidad única, con esperanza única, con proyectos y memoria única.
A todos y cada uno de vosotros, hijos amados en el Hijo, vivos para siempre en la vida que nos regala Jesús Resucitado, ¡Feliz Pascua de Resurrección!


Pedro Fraile